Cargando ahora

¿Por qué almacenamos cada vez más objetos?

¿Por qué acumulamos cada vez más objetos?

Cada año, la temporada de fiestas y las rebajas que siguen a la Navidad se convierten en un momento clave para los consumidores. Estos días, en los que los escaparates brillan con etiquetas tentadoras, representan una prueba difícil: ¿debemos sucumbir a la compra de objetos a menudo no esenciales o resistirnos y cuestionar este reflejo de acumulación? A través de las reflexiones de Arnaud Gonzague, Stéphane Rusinek y Elvira Petit, exploraremos qué nos impulsa a acumular bienes y cómo podemos salir de este ciclo.

Un impulso inscrito en nuestro cerebro

La acumulación de objetos, lejos de ser un simple fenómeno contemporáneo, tiene raíces en nuestra evolución. Según explica Arnaud Gonzague, periodista de L’Obs (L’Obs es una revista francesa), este impulso de acumular recursos fue esencial para nuestra supervivencia. «Era una barrera contra el hambre, el frío, la muerte». Pero esta necesidad primitiva, explotada durante décadas por un marketing cuidadosamente diseñado, se ha convertido en el motor de nuestra sociedad de consumo.

Los publicistas, desde los años 1930, entendieron cómo activar este «botón» en nuestro cerebro, dando origen a la teoría del «yo extendido». Según esta idea, nuestras posesiones reflejan la imagen que queremos proyectar, tanto a los demás como a nosotros mismos. Sin embargo, esta búsqueda de identidad a través de los objetos choca hoy con una conciencia colectiva: ¿tenemos demasiado? Y lo más importante, ¿estos bienes realmente nos hacen felices?

El objeto como remedio contra la ansiedad

Para Stéphane Rusinek, psicólogo, la acumulación también tiene raíces en nuestras ansiedades. «Comprar y conservar objetos es una anticipación frente a lo desconocido». Esta lógica del «por si acaso» nos lleva a guardar bolígrafos defectuosos, ropa nunca usada o gadgets olvidados en un cajón. Esta ansiedad materializada sobrecarga nuestros espacios y, a veces, nuestras mentes. «Bajo una apariencia inofensiva, la relación con los objetos revela problemas profundos», advierte.

Sin embargo, esta acumulación, aunque tranquilizadora a corto plazo, termina por saturar nuestras vidas. Elvira Petit, coach de organización, incluso menciona un «miedo al vacío» entre sus clientes: «Una vez que se organiza, la pregunta que surge a menudo es: ¿qué pondremos en su lugar?». Su respuesta es clara: nada. Dejar que el espacio respire se convierte en un ejercicio de desapego, una liberación simbólica.

El peso del pasado y el miedo a elegir

Detrás de la acumulación también se esconde un apego a los recuerdos. Arnaud Gonzague ilustra este fenómeno: «Guardamos una máscara africana porque recuerda un safari de hace 20 años, o una cesta pasada de moda porque viene de una tía». Pero esta reticencia a deshacerse de objetos vinculados al pasado revela un miedo más profundo: el de elegir y, por lo tanto, de sacrificar. Cada elección implica una pérdida, y a veces preferimos evitarla, rodeándonos de un caparazón protector de trastos.

Para avanzar, es necesario aprender a desprenderse. «Tirar un jarrón antiguo regalado por una abuela no significa tirar a la abuela», insiste Elvira Petit. Son los recuerdos y las emociones los que importan, mucho más que los objetos mismos.

La popularidad del self-storage: reflejo de una sociedad saturada

Si la acumulación de objetos es un problema, este fenómeno ha dado lugar a una solución en auge: el self-storage. Según informa el sitio Stockavenue.fr, esta industria importada de Estados Unidos está ganando popularidad en Europa. En 2024, el continente cuenta con 9.575 centros operativos, ofreciendo 16,5 millones de m² de superficie de almacenamiento, y Francia ocupa el segundo lugar después del Reino Unido con 2,6 millones de m².

El self-storage responde a una necesidad clara: encontrar un espacio adicional para bienes que no queremos usar ni desechar. Esta solución atrae tanto a particulares como a profesionales por su flexibilidad y accesibilidad. En Francia, la tasa de ocupación alcanza el 86 %, muy por encima del promedio europeo (78,7 %), lo que confirma una fuerte demanda.

Sin embargo, esta popularidad plantea interrogantes. ¿Es una respuesta a nuestra incapacidad de ordenar? ¿Una extensión de nuestra tendencia a acumular más allá de nuestros espacios de vida? ¿O simplemente una respuesta al aumento del costo del suelo, que hace que las viviendas sean menos aptas para almacenar nuestros objetos? Según datos de la FEDESSA (Federation of European Self Storage Associations), la duración promedio del alquiler de un espacio de almacenamiento adicional en Francia es de aproximadamente nueve meses. Algunos dirán que nueve meses no es tanto tiempo. Pero cuidado con esta estadística engañosa, ya que no tiene en cuenta la acumulación de objetos en los hogares…

¿Y si cambiáramos de paradigma?

El éxito del self-storage ilustra una tensión profunda: por un lado, la necesidad de espacio; por otro, la incapacidad de renunciar. Esta industria prospera gracias a nuestra dificultad para desprendernos y a una economía que valora la posesión. Sin embargo, se hace urgente repensar nuestros hábitos de consumo y nuestra relación con los bienes materiales.

En lugar de almacenar, ¿por qué no priorizar la reparación, el intercambio o el alquiler? En lugar de acumular, ¿por qué no invertir en experiencias, relaciones humanas o momentos de vida? Estas alternativas, aunque exigentes, ofrecen un camino hacia una vida más ligera, más consciente y menos saturada.

En esta época en la que las compras se multiplican, el desafío va más allá de decidir si un vestido o un gadget vale la pena. Se trata de redefinir lo que realmente importa: la calidad de nuestra existencia, no su acumulación. El self-storage puede ser una solución práctica, pero no debe convertirse en una respuesta sistemática a una sobreconsumo desenfrenado.

Y tú, este año, ¿qué espacio dejarás al vacío en tu vida?

Este artículo ha sido redactado en colaboración con el sitio de información alternativeninderaltmark.de

Publicar comentario